Skip to main content
img392

Unidos por la música

Foto de la Coral Santa María de Guadalupe. Isabel Jiménez, segunda por la derecha de la foto en la fila de abajo
 
 

Han pasado más de veinticuatro horas de la despedida de Isabel Jiménez Hormeño, conocida cariñosamente en Guadalupe como Isabel «La Panadera».

Conocí a Isabel en la Coral Santa María de Guadalupe. Ella, junto con el padre Serafín Chamorro, quedaron conmigo en el bar de la Hospedería del Monasterio para hacerme una propuesta musical: formar parte de la Coral Santa María de Guadalupe. En aquel entonces acepté, aunque luego por motivos diversos dejé de asistir a los ensayos y me desvinculé hasta que finalmente empecé a colaborar con esta agrupación de manos de Antonio Fernández, y continuando en la misma hasta finales del año 2010.

Allí conocí a Isabel Jiménez, escuché su voz y fui consciente de las enormes cualidades vocales que tenía, a pesar de las dificultades que tenía por la carga de trabajo en la tahona. De manos de este director empecé a cantar con ella las conocidas «Coplas a Santa María de Guadalupe», conocida como «Loas». Obra musical de notable belleza, con letra de Juan Bautista Yuste y música compuesta por Fray Jesús Villahoz, convertida en todo un símbolo musical y popular, estrechamente ligado a las fiestas patronales y novenario de la Virgen que se celebra todos los años entre el 31 de agosto y el 8 de septiembre. Junto a ella las grabé para el disco «Voces de un Monasterio» y con ella las canté la última vez que lo hizo.

Desde entonces siempre estuve ligado a ella, a sus achaques, a sus preocupaciones y a todo lo que rodeaba su vida, no todo lo que me hubiese gustado y demasiado poco tiempo para lo que ella merecía.

Ayer, un grupo de músicos y aficionados a la música de Guadalupe, nos congregamos por la mañana en la Basílica del Real Monasterio para dedicarle una despedida musical, sencilla, pero profunda e intensa. Me tocó cantarle «Las Loas» tal y como era su deseo,para lo cual solicité autorización a la familia, que aceptó . No fue sencillo. Todo lo contrario, muy duro. Incluso antes de hacerlo me viene abajo por la tensión y emoción del momento. Sin embargo, el cariño de toda la gente que allí estaba en el Coro, la musicalidad del órgano magno del templo templado por las manos de Fray David Ortiz y la responsabilidad que tenía en mis cuerdas vocales, me permitieron hacerlo.

Mi reconocimiento, mi cariño y mi eterno homenaje a Isabel. La música y también ella -La Morenita- quisieron que nos encontrásemos y lo hicimos, viviendo momentos muy hermosos en ese Coro del Monasterio. Unidos por la música siempre: ayer, hoy y estoy seguro que siempre, cuando nos reencontremos de nuevo.