Hay ocasiones en las que uno cree estar viviendo momentos históricos y de relevancia para las futuras generaciones. Ayer, mientras participaba en la presentación del libro «Raíces de Guadalupe», tuve esa sensación de estar escribiendo -nunca mejor dicho- una parte de la historia de nuestro querido pueblo Guadalupe y experimentando esas sensaciones.
He tenido la oportunidad de escribir el capítulo de recursos naturales de este libro gracias a la invitación del editor, Manuel Fernández Figueras, y una vez visto el resultado de la obra sólo tengo palabras de agradecimiento hacia él por permitirme ser uno de los elegidos, y además compañero de viaje de personas importantes para Guadalupe y especialmente relevantes por lo mucho que representan para este pueblo, cada uno en alguna de las materias que tratan y desarrollan en este libro.
Ayer el Centro Cultural de Guadalupe, ese maravilloso espacio que tenemos en nuestro pueblo, volvió a emerger el espíritu guadalupeño, que os aseguro existe y de cuando en cuando, brilla con luz propia. Me refiero al orgullo de ser guadalupeños y de reconocer los valores y el potencial que nuestro pueblo tiene en muchos y diversos ámbitos: gastronomía, artesanía, arquitectura, naturaleza… Todos ellos conforman estas raíces profundas que se aferran a la tierra y al corazón con fuerza, y que se manifiestan en la emoción que rebosa cuando somos conscientes de ello y lo expresamos de manera colectiva.
Como decía el filósofo francés Claude Adrien Helvétius «La historia es la novela de los hechos, y la novela es la historia de los sentimientos» y eso es lo que ayer compartimos y vivimos todos los que participamos en este acto cultural movidos por el amor profundo a nuestro pueblo, a nuestra gente y a todo lo que significa Guadalupe, dentro y fuera de sus fronteras físicas.

Mi felicitación y reconocimiento a todos y todas los/as coautores/as de la obra por su aportación a la historia y cultura de nuestro pueblo: Antonio Ramiro Chico, Cesáreo Plaza Álvarez, Francisco Carrasco Rol, Antonio De Lamo De Lamo, Manuel Torrejón Collado, Carlos Cordero Barroso (q.e.g.e.) al que recordamos con cariño, Chenchi Vázquez Alonso, Raquel Moreno (ASDIVI) y Enrique Cordero.
Espero que estas raíces sigan extendiéndose por el terruño y la campiña guadalupana. Deseo que conformen un árbol de cultura y de «guadalupismo» vigoroso, al que no le falten las sales minerales y nutrientes, el agua y por supuesto la luz de las personas que lo iluminen dándole vida.
Os recomiendo la adquisición del libro en la Librería de Guadalupe o a través de la página web del editor. Es una auténtica maravilla.