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Corrupcion

Tirar la primera piedra

Imagen: www.huffingtonpost.es 

Desde hace algunos años, y últimamente con mayor acento, estamos asistiendo a una serie de acontecimientos que consolidan -aún más si cabe-  la desafección de la ciudadanía con la clase política y por tanto el gran distanciamiento entre ambos . La corrupción política se ha convertido por méritos propios en una de las mayores preocupaciones de los españoles, y desde mi punto de vista esto perjudica muy seriamente el interés común y de un modo concreto la consolidación y credibilidad en nuestra actual democracia, la cual se sustenta en el estado de derecho y también en buena parte en los partidos políticos.

Hace pocos días lo comentaba con alguna persona cercana y quiero traer aquella reflexión a este espacio: En general, somos muy exigentes con los demás cuando actúan contra los intereses comunes que nos afectan, y absolutamente permisivos e incluso cómplices necesarios para otras acciones que también afectan al interés común. Y ahora paso a explicarme.

Solemos ser muy críticos con los políticos que se benefician de su cargo, que utilizan los círculos de poder para ello y en definitiva se corrompen a costa del erario público, tal y como venimos advirtiendo en los últimos años y casi de manera permanente. No nos falta razón y además estamos en disposición de hacerlo, como también de exigir que quien la haga la paga. Nos ampara nuestra condición de ciudadanos que contribuyen con su esfuerzo a la construcción colectiva del estado y a financiar con nuestros impuestos la dotación de las arcas públicas.

No suele suceder lo mismo cuando a pequeña escala nosotros también ejercemos la corrupción y contribuimos a que de otro modo se perjudiquen los intereses colectivos, sin que nos ruboricemos. Todo lo contrario, en ocasiones nos jactamos de ello, por aquello de la picaresca nacional. No nos cortamos un pelo a la hora de pagar en dinero negro, ahorrarnos el IVA a la hora de adquirir cualquier bien o servicio, trabajar sin contratar y a la par percibir un subsidio de desempleo público, contratar trabajadores/as  sin dar de alta en la Seguridad Social, etcétera…

Ni lo uno ni lo otro es justificable en absoluto, ni pretendo hacerlo. Sin embargo, quería dejar caer esta reflexión para que seamos conscientes de que en la política, como en otros ámbitos de nuestra vida, es demasiado fácil caer en la tentación. Me atrevería a decir que es una cuestión de educación en valores y que bien merecería una especial atención.

Para mi, ahora más que nunca, la política y los políticos son necesarios. Hay muchísimas razones, pero sobre todo la de recuperar y regenerar la democracia que tanto ha sufrido y que necesita de muchos cambios, entre otras cosas, para acabar con este estigma que nos señala a los españoles, el de la corrupción y la picaresca, que tanto daño nos hace. Hoy por hoy, nadie está libre de pecado y por ello, al menos en lo que a mi respecta, no estoy en disposición de tirar la primera piedra.