Hay quien piensa -y no faltan motivos para ello- que quiénes tenemos algún tipo de vinculación política buscamos algo más que la defensa de un ideario concreto y el interés general de nuestros conciudadanos. Es obvio que en los últimos tiempos existe un distanciamiento entre el pueblo y la clase política, por los escándalos de corrupción, por la falta de sensibilidad y empatía, especialmente relevante en tiempos difíciles y con muchas personas pasándolo mal. Eso no ayuda en nada a emprender la acción política a jóvenes con talento, a nuevos valores e incluso provoca un mar de dudas a quienes están ya embarcados en algún proyecto político, del tamaño que sea.
En mi humilde opinión esto además está provocando un exceso de relajación en el carácter reivindicativo de la sociedad, y una oportunidad excepcional para ciertas ideologías conservadoras, que aprovechando este vacío del miedo y la pasividad , pretenden instaurar políticas de represión, de privación de derechos y de libertades, que hasta hace poco formaban parte de un código democrático contruido sobre algunos pilares tan importantes como el estado de bienestar o una constitución, que incluso llegó a reformarse -en mi opinión erróneamente- para dar cobijo a otras formas y modos, absolutamente sometidos a fuerzas externas que nada tienen que ver con quienes han sido elegidos por sufragio en las urnas.
Del mismo modo que hay quien confunde la encomienda de las urnas con una oportunidad para la imposición de ideales, aunque eso suponga perseguir al rival, simplemente porque piensa de otro modo o porque forma parte de otra formación política. En demasiadas ocasiones se le da más valor a las siglas que a las personas, y eso en mi opinión se aleja bastante de lo que los ciudadanos demandan de la política y de los políticos.
Hace unas semanas tuve una llamada de alguien cercano para echarme en cara mi presencia en una manifestación y amenazándome de que en un futuro inmediato me podrían echar de mi trabajo. Hace tiempo también hubo quien quiso husmear en mis intimidades dentro del lugar donde trabajo e incluso hay quien ha dejado de contratar un determinado servicio con personas de mi familia, simple y llanamente porque pienso de otro modo y porque quizás les incomoda mi presencia en ciertos lugares.
A todos ellos y a todos los que piensan que con el amedrentamiento me van a doblegar, les dedico este poema de Martin Niemöller:
“Primero vinieron por los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.
Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.
Luego vinieron por mí, pero para entonces ya no quedaba nadie que dijera nada.”