Ya hace algunos años que abandoné mi estancia en la Universidad Laboral de Gijón, un lugar especialmente importante en mi vida y por ende, sensible a mis sentimientos y a mis emociones. Fueron varios años en mi adolescencia, a los que me he referido ya en varias ocasiones en mis comunicaciones y manifestaciones en la red, que abarcaron desde octubre de 1983 hasta julio de 1987, y que obviamente no pasaron desapercibidos, tanto que aún hoy gozan de una excelente salud en mi memoria y que gracias a las redes sociales y a nuevos y viejos compañeros de aula, de sentimientos y también de reivindicaciones permanecen muy vivos en la actualidad.
Si importante fueron las personas, no menos relevancia alcanzó lo que significó el edificio que albergó miles de historias personales durante años, y que a día de hoy no dispone del reconocimiento universal o colectivo que merece por muchos motivos, pero sobre todo de ese nivel de protección que preserve sus valores arquitectónicos y especialmente sus valores históricos.
Como alumno que fui y como parte de esa historia no puedo permanecer pasivo a la solicitud de declaración de bien de interés cultural para nuestra querida «Uni», y os pido desde este espacio personal vuestro apoyo y consideración, firmando esta petición pública que se ha iniciado en la plataforma change.org.
Os reproduzco textualmente los argumentos que articulan esta petición y que justifican plenamente la misma:
Construida hace más de medio siglo, el edificio más grande de España, la obra arquitectónica más importante realizada en Asturias en el siglo XX, embrión de una experiencia educativa sin igual en la historia de nuestro país, no goza de la debida protección institucional. No ha sido declarada Bien de Interés Cultural y ni siquiera figura en el Inventario del Patrimonio… Nada, en la nada.
Esta petición jamás debiera de haber tenido lugar. La elevo con un profundo sentimiento de vergüenza ciudadana por la inacción de todos los gobiernos regionales asturianos que, desde el advenimiento de la democracia, no han procurado el amparo legal adecuado para un conjunto histórico, artístico y cultural patrimonio de los gijoneses, de los asturianos y de todos los españoles. Desconozco las razones… porque no existen. No existe RAZÓN alguna.
La Universidad Laboral, la primera de 21 que se construyeron en toda España, la que sirvió de modelo educativo para la instrucción profesional y formación integral de decenas de miles de hijos e hijas de obreros sin recursos, la que se financió con el escaso dinero arrancado por manos humildes en tiempos difíciles, nació en Gijón. Sus raíces netamente asturianas – como hogar y escuela de hijos de mineros fallecidos- se hunden en la campiña de Somió, se clavan en las vetas de la Mina de La Camocha y se enraízan en nuestra cultura desde hace más de medio siglo.
Y en la memoria de generaciones enteras de niños y niñas de extracción humilde, gijoneses, asturianos, gallegos, vascos, extremeños, catalanes, castellanos… que se formaron en ella, proyectaron la riqueza de su sus conocimientos, su esfuerzo y su trabajo en sus respectivos entornos y contribuyeron al desarrollo y la excelencia de nuestra sociedad. Todo ello se inició en Asturias, y desde la Asturias de siempre se proyectó nuestra identidad, hospitalidad, cultura y generosidad; en definitiva nuestra SOLIDARIDAD, NUESTRO PATRIMONIO HISTÓRICO POR EXCELENCIA, hacia todos los pueblos de España.
Diseñada y ejecutada por los mejores talentos de la época en arquitectura, ingeniería, escultura, pintura: Luis Moya Blanco, José M. Diáz Canteli, Manuel López Mateos, Juana de Ontañon, Manuel Álvarez Laviada, Florentino Trapero, Enrique Segura y Joaquín Valverde y tantos otros talentos sobradamente reconocidos y valorados en nuestro país y más allá de nuestras fronteras. Reconocida, valorada y admirada a nivel mundial por la tamaña conjunción de tanto talento técnico y artístico. Hoy, la asturiana Cruz de La Victoria, obra del artista Espinos y que un día coronó la iglesia, agoniza deshecha y corroída en un ignorado y oscuro confinamiento. Los luminosos, coloridos y evocadores frescos se desmoronan a pedazos ahogados en lluvia, los magnos mármoles de las columnas, los granitos gallegos son heridos por el taladro y la piqueta con la impiedad de la ignorancia; espacios arquitectónicos únicos en el mundo y en nuestra historia han desaparecido para siempre en beneficio de la modernidad y del mercado… Heridas abiertas por todas partes.
La Ley de Patrimonio Cultural del Principado tiene como objeto la conservación, protección, investigación, enriquecimiento, fomento y difusión del Patrimonio Cultural de Asturias, de manera que pueda ser disfrutado por los ciudadanos y transmitido en las mejores condiciones a las generaciones futuras. Lo integran todos los bienes muebles e inmuebles relacionados con la historia y la cultura de Asturias que por su interés histórico, artístico, arqueológico, etnográfico, documental, bibliográfico, o de cualquier otra naturaleza cultural, merecen conservación y defensa. Y así, declara Bien de Interés Cultural a la Plaza de Toros de Oviedo, y también la de Gijón, ejemplos pasados, presentes y futuros (que no discuto) de auténtica cultura e idiosincrasia asturianas.
La Universidad Laboral de Gijón reúne objetivamente todos los requisitos establecidos por la citada Ley, e incluso los supera: trasciende más allá, se trata de un bien inmaterial, espiritual, reflejo de la Asturias universal y solidaria, que merece ser preservado y transmitido a quienes nos precedan. Seguro que es así en los corazones y en la tradición oral de gentes que habitan las cuatro esquinas del Principado, las aldeas de Galicia, el cinturón industrial de Madrid o Barcelona o cualquiera de las márgenes del Nervión. Y así lo han visto los aragoneses, cuyo gobierno incluyó, hace años, la Universidad Laboral de Huesca, hija de la nuestra, en su registro de Bienes de Interés Cultural.
Fueron los asturianos y las asturianas, desde la ciudadanía, el magisterio o la formación, los que hicieron La Laboral, la primera, para nosotros y para nuestros hermanos y hermanas de otras Comunidades. Protéjase ese legado: la magna piedra; por ella y por la cultura que en ella se desarrolló y que aún respira más allá de nuestros límites geográficos y cronológicos.
Es EL PUEBLO, son LOS PUEBLOS, quienes crean SU CULTURA. Sus representantes no tienen poder para juzgarla ni valorarla, únicamente reciben el mandato de conservarla, son depositarios de la obligación de protegerla. Hágase, pues.