Hablamos mucho en los últimos años de la España vaciada y despoblada, especialmente en los ámbitos institucionales y políticos, y parece que esta vez nos estamos tomando algo más en serio esta coyuntura que afecta especialmente a las zonas rurales y a los pueblos más pequeños, y que no es otra cosa que la progresiva pérdida de población, especialmente joven, debido a buen seguro a muchas políticas programadas y planificadas desde despachos ubicados en las grandes urbes que han venido castigando con fuerza a los territorios rurales, generándose un desequilibrio territorial que ha provocado, además de la descapitalización humana una pérdida de oportunidades debido a la falta de servicios, infraestructuras de todo tipo y también laborales, especialmente para aquellos jóvenes que obtienen titulaciones universitarias.
No resulta sencillo dar con la tecla que active la creatividad, la innovación y la capacidad de retener al capital humano en los pueblos. Estoy convencido que son muchos los factores que intervienen en esta ecuación compleja que significa resolver el problema de la despoblación y la retención de los jóvenes en los pueblos. Pero ha llegado la hora de que, además de ponerlo en la agenda política de la acción gubernativa, se comiencen a establecer medidas de atracción y fijación en el medio rural, que tengan que ver directamente con la discriminación positiva en la obtención de ayudas públicas por vivir o emprender en un pueblo, planes de empleo pensados en el retorno del talento joven e impulso con mayor fuerza si cabe de ese «Campus rural». Medidas fiscales para atraer empresas y potenciación de aquellas que ya están instaladas, especialmente en aquellas actividades con especial arraigo a la tierra (agricultura, ganadería, turismo…). Y sobre todo y muy especialmente, sensibilización y concienciación de los más jóvenes sobre su vínculo con el pueblo y el valor añadido que tiene.
Algo parece evidente: las comunidades rurales comienzan a movilizarse y a no resignarse a dejar pasar el tiempo sin que parezca vislumbrarse la salida del túnel. Ciudadanos anónimos, procedentes de espacios y territorios rurales comienzan a organizarse y a formar parte del espectro político, para desde dentro intentar revertir la situación. Comenzó Teruel Existe, le han seguido Soria Ya y vienen conformándose otras plataformas similares, que van a seguir la estela de estas con la simpatía y complicidad de buena parte de las personas que se sienten en muchas ocasiones desamparadas y desatendidas ante los duros efectos de la despoblación.
No todo está perdido y son muchas las oportunidades y el potencial que tienen nuestros pueblos. Como dice mi buen amigo Juan Carlos Casco, hay que trabajar en la España llena y cambiar el concepto despectivo con el que se ha acuñado este declive de años, para invertir esta situación. Todos y cada uno de nosotros somos responsables de cooperar y de arrimar el hombro en ello, y muy especialmente los medios de comunicación que deben ser grandes aliados en divulgar las oportunidades y bondades de los pueblos.
No puede haber tanta distancia entre lo rural y lo urbano, y entre todos habremos de construir esas vías de comunicación que acerquen a ambas comunidades. Si hay algo absolutamente contundente es que todos los ciudadanos somos iguales y ese principio de igualdad, en toda su amplitud, justifica absolutamente todo. Otra cosa es que haya quien no quiera verlo, asumirlo y obrar en consecuencia.