Esta pasada madrugada nos ha dejado en su Brunete de adopción nuestro querido Alfonso Moreno Tello, un guadalupense ejemplar, hombre culto y sabio como pocos. Una persona entrañable a la que tuve el enorme privilegio de conocer hace muchos años a través de la música.
Una larga enfermedad ha apagado su vida y con ello le ha llevado junto a la Madre, su querida y venerada Virgen de Guadalupe, a la que amaba con todas sus fuerzas.
Lo ví hace pocos meses en Guadalupe y tuve la ocasión de saludarle bastante desmejorado por el desgaste y lucha contra la enfermedad.
Bajo su dirección encarné el personaje de Gil Cordero en el auto sacramental «Luz en las Sierras» del padre Sebastián García. Recuerdo cómo irrumpió en mi vida y me pidió que representase el papel principal de la obra en un tiempo récord. Así lo hice y su sabia dirección puso el resto, para lograr una representación magnífica en la plaza de Santa María de Guadalupe, que ha sido a la postre mi mejor interpretación teatral a lo largo de mi vida, por lo que representa y por lo que supuso para mí.
Conservo muy buenos recuerdos de nuestras conversaciones, como también algunos documentos que él mismo me regaló, donde destaco una copia de la partitura original y manuscrita de la Plegaria a Santa María de Guadalupe que su padre compuso, con letra de Ángel Marina, y que me dedicó, igual que su libro de poemas «Jaras y Brezos» y cuya dedicación traigo a modo de reconocimiento entrañable de una amistad sincera y desde el corazón.
Nos ha dejado una gran persona, un hombre bueno, un ejemplo para todos.
Nunca te olvidaré Alfonso, y por supuesto que seguiré cantando siempre «lo nuestro» como me pedías en esa dedicación.
Guadalupe pierde hoy también a uno de los grandes, de los imprescindibles, de los que amaban a este pueblo por encima de todo.
Me despido dedicándote esta canción, una de tus preferidas, que conocí de tus manos y que tanto nos unió.
Hasta siempre Alfonso.