No era una de las medidas del programa electoral con el que los socialistas nos presentamos a las elecciones municipales de mayo de 2015, pero es obvio que el haber conseguido que en poco menos de tres años -y tras haberse iniciado la aprobación inicial por la anterior corporación- que la Comisión de Urbanimo y Ordenación del Territorio de Extremadura (CUOTEX) finalmente haya dado luz verde a lo que serán las normas y reglamentación urbanística por la que se regirá nuestro pueblo a partir de ahora, es una excelente noticia.
Es de justifica que un pueblo como Guadalupe en el concurren dos figuras UNESCO, Geoparque y Patrimonio Mundial, con numerosos bienes de interés cultural (Ermita del Humilladero, Granja de Valdefuentes, Palacio de Mirabel y Arca del Agua) y una declaración desde 1943 como Conjunto Histórico Artístico, disponga de un plan de estas características, que sirva para ordenar y regular su crecimiento urbanístico.
Hace pocos días, cuando contactaba con el arquitecto José Carlos Salcedo, uno de los grandes defensores del potencial de nuestro pueblo y componente de uno de los equipos redactores que no logró convencer a quienes en aquellos años tenían la decisión en sus manos, me felicitaba por la proeza a la par que me daba cumplida cuenta del gran recorrido que ha necesitado esta empresa hasta que finalmente ha llegado a buen término.
Las primeras normas subsidiarias, que así se denominaban, encargadas en Guadalupe parten del año 1978 y después de trabajos ingentes de importantes arquitectos y profesores como Tomás Civantos, Antonio Campesino o el propio Salcedo, gracias al equipo de gobierno municipal que me honra presidir, a una mayoría absoluta obtenida en las elecciones municipales de 2015, a un convencimiento de que la necesidad impera y al trabajo ingente y absolutamente entregado de la arquitecta Inmaculada García Sanz, podemos afirmar que una asignatura pendiente históricamente, una deuda histórica con este pueblo se ha logrado.
Muchos intereses particulares, especialmente los que se plasmaban en convenios urbanísticos, que a cambio de terrenos coartaban y comprometían a los Ayuntamientos que me precedieron, han paralizado el desarrollo urbanístico y han desembocado en problemas que a día de hoy nos ocupan como el permitir que se construya una urbanización (denominada de la Cantera) encima de la vaguada del arroyo del Cisquillo, han sido la tónica dominante, con especial virulencia en los años 80, cuando se firmó el llamado Convenio de los Plaza y que supuso un peaje enorme que aún pagamos todos los vecinos, espero que cada vez menos.
Gracias a todas las personas e instituciones que han permitido que este nuevo Plan General Municipal tenga vida propia y que espero redunde en un pueblo más próspero y boyante, y generoso con las generaciones futuras.